Cada 8 de marzo nos llenamos de publicaciones, reivindicaciones, frases y cuantas formas se nos ocurren para dar visibilidad a la igualdad de derechos y oportunidades para las mujeres, en su día más internacional. Sin embargo, por mi profesión, esa igualdad de derechos y de oportunidades tan publicitada cada 8M, puedo constatar que, en el mundo de las adicciones, no es una realidad. Por cierto, mi nombre es David Aguilar y soy Psicólogo.
Desde hace más de veinte años, trato a diario con mujeres víctimas de las adicciones, y aunque bien es cierto que hemos avanzado, aún queda mucho por recorrer y solucionar en este campo. Por supuesto que ser adicto o adicta SI distingue entre sexos, incluso el estigma social se manifiesta también de forma distinta entre ambos, siendo mucho mayor en las mujeres.
Una mujer adicta tiene que, además de afrontar su adicción, afrontar que es mayor el rechazo social por el simple hecho de ser mujer, lo que le lleva a ocultar durante un mayor tiempo su enfermedad y a que cuando ésta sale a la luz, la gravedad de la misma, por haber permanecido más tiempo en la persona, sea mayor. En consecuencia, el periodo de recuperación, rehabilitación y reinserción es también más complicado.
Además, en el caso de que sea madre, el sentimiento de abandono y descuido hacia sus hijos, es infinitamente mayor que en el caso de los hombres adictos que son padres. También vale para el caso de las que sean hijas. Mala madre, mala hija, mala… El estigma del adjetivo mala que precede a su circunstancia personal o profesional es aplastante, y recae como una pesada losa de hormigón sobre la persona, agravando irremediablemente una situación ya en sí misma lo suficientemente triste y dolorosa para hacerla aún más asfixiante.
Una adicción es una enfermedad que distingue entre sexos, y a la que el tiempo le juega en contra, así como la falta de cariño, acompañamiento y acogida. Cuanto más oculta permanezca por miedo, vergüenza, culpa y más rechazo encuentre en la sociedad, mayor será su efecto devastador sobre la persona.
Se hace necesario por tanto, diferenciar los tratamientos y terapias que conduzcan a la reinserción de la persona de nuevo en la realidad personal, familiar y profesional anterior a la adicción. A la hora de aplicar una u otra terapia en el tratamiento de su adicción, no se puede obviar esta lacra social que ha estado viviendo por su condición de mujer. Que ha estado viviendo, que vive y que seguramente, si no se activan los mecanismos necesarios, seguirá viviendo aun estando rehabilitada, pero en su condición de adicta. La adicción es una enfermedad que no se cura, se puede llegar a controlar, pero un adicto o una adicta siempre lo serán.
Hoy, 9 de marzo, un día después del tan celebrado 8M, quiero desde Adicciones Aequilibrium, perteneciente al Grupo Mentalis, romper una lanza por todas estas mujeres que han confiado en nuestros tratamientos diferenciados y que con su coraje, valor, entrega, disponibilidad, fuerza y contra viento y marea han logrado superar su adicción, recuperar su vida y su “normalidad”, y son ejemplo para tantas y tantas otras que comienzan a recorrer el camino de la superación esperando algún día poder ser simplemente ellas, las que debieron ser siempre, sin adjetivos que estigmaticen ni lacras que soportar. Valiosas por ser en sí mismas y no por las circunstancias que las hayan rodeado.
Desde aquí hago un llamamiento y os pido que no caiga en saco roto, y que nos unamos para que en el caso de mujeres y adicciones no haya un único 8m, sino también un 9M y un 10M y así ininterrumpidamente seamos capaces de desterrar para siempre esta desigualdad tan inhumana y cruel.
JOSE DAVID AGUILAR HITA
Psicólogo experto en adicciones