José David Aguilar Hita. Psicólogo-Neuropsicologo. Director de los centros de tratamiento de adicciones Aequilibrium. CEO de Grupo Mentalis, nos cuenta la importancia de la solidaridad para ser feliz.
La gente quiere ser feliz, es una meta muy deseada y lucha por alcanzarla cada día. Pero lo que no tienen en mente durante su travesía en búsqueda de la felicidad es que transitar ese camino es sinónimo de realizar diversas acciones que nos acerquen a ella.
Es una cuestión tanto de foco como de resiliencia y por supuesto es un camino de acciones. Y ahí es cuando entra en la ecuación la solidaridad. La solidaridad es un principio ético que surge de la convicción de que somos seres interdependientes y, por lo tanto, tenemos la obligación de ayudar a aquellos que están en situaciones de vulnerabilidad o necesidad.
La solidaridad es esencial para la construcción de una sociedad justa e igualitaria. Todos somos responsables de cuidar y respetar a nuestros semejantes. Cuando actuamos así, estamos contribuyendo a mejorar el mundo en el que vivimos.
Pero ser solidario no es únicamente algo que hacemos hacia los demás, algo “que damos”, sino que es algo que se comparte, que une y que nos conecta como seres humanos. Es por ello que ser solidario es algo muy beneficioso para el otro, ¡pero también para nosotros mismos!
Me viene a la mente la frase de Lao Tse “El sabio no atesora. Cuanto más ayuda a los demás, más se beneficia. Cuanto más da a los demás, más obtiene para él.”. Este principio nos ayuda a comprender cómo esa solidaridad compartida crea un ambiente y un ánimo favorable que potencia no solo la felicidad ajena, sino también la propia.
Por ejemplo, yo, como apasionado del deporte, veo cómo tanto los trabajos en equipo para conseguir una meta como las pequeñas acciones individuales que se hacen entre compañeros – e incluso entre rivales – para llegar juntos a un fin común: ganar, resistir, llegar, mejorar sus marcas… son actos que alegran igual o más al que los realiza.
La solidaridad nos hace felices porque nos conecta con los demás y nos ayuda a darnos cuenta de que somos seres interdependientes. Al hacer algo por los otros, nos sentimos mejor con nosotros mismos y con el mundo que nos rodea. Nos sentimos valorados y reconocidos, y esto nos alegra y nos motiva. Además, nos hace ser conscientes de cómo está en nuestra mano el mejorar nuestro entorno y eso nos empodera y nos capacita para afrontar nuevos retos e ideas.
Al fin y al cabo, la solidaridad también es una forma de amor. Al darnos de forma desinteresada, estamos mostrando amor incondicional a los demás. Y el amor, por supuesto, nos hace felices.
Como decimos en nuestros centros, la felicidad es un hábito.